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Niños en etapa escolar y la importancia de sus relaciones familiares

Niños en etapa escolar y la importancia de sus relaciones familiares

Por: Crianza & Salud / 28 mayo 2024

De los 10 a los 12 años es la época del desarrollo cuando el nido familiar se prepara para participar en las fascinantes transformaciones que el niño va teniendo. Cambios que pasan de lo imperceptible a lo perceptible, que lo van preparando para el segundo nacimiento: la adolescencia.

El niño en esta edad tiene una agenda muy apretada: debe terminar su niñez para empezar a caminar hacia la adolescencia inicial, que es un periodo de muchas y profundas modificaciones. Debe jugar, correr en su bicicleta, explorar, enamorarse, estudiar, practicar su deporte favorito, ver televisión, comer mucho y participar de los cambios corporales y de pensamiento que le generan mucha confusión y miedo.

La familia debe sostener al niño en este momento, debe servirle de refugio, de antídoto y de impulsadora de las tareas que el escolar debe vivir. En este tiempo aparecen, en las niñas, los cambios conocidos como puberales o pubertad (crecimiento del botón mamario, vello axilar, púbico) y algunas experimentan su primera menstruación.

Los niños, por su parte, experimentan cambios como el crecimiento de los testículos, voz gruesa, vello en la barba, axila y pubis, al finalizar esta etapa o al iniciar la siguiente. Las niñas tienen un gran estirón en su talla y lo hacen más rápido que los niños de la misma edad.

La familia debe hablar con los chicos acerca de estos cambios y apoyarlos y acompañarlos, además de escuchar sus miedos y confusiones propios, es decir, tiene la laboriosa tarea de albergar a un niño sin robarle su niñez y empezar a alistar el nido para recibir años más tarde al adolescente.

Algunos padres muestran orgullo por el crecimiento de su hijo y se lo manifiestan a los amigos y familiares; sin embargo, este hecho le molesta al niño porque se siente como un objeto de exhibición. Un niño de 11 años le contaba a sus amigos: “Me molesta salir con mi mamá porque al encontrarse con los amigos todos insisten en resaltar lo grande y hermoso que estoy. Esto me da vergüenza y fastidio”. Es conveniente que el sistema familiar se sienta orgulloso y respete los cambios del niño sin críticas ni desaprobaciones.

El escolar es muy sensible a los comentarios que hace la familia sobre él. Edifica su personalidad basándose en el concepto de los padres, maestros y adultos significativos. La tarea más exquisita de los padres durante toda la niñez es hacer que el niño se sienta satisfecho de su propio cuerpo, que sienta lo mucho que estos adultos lo valoran, para que él haga lo mismo.

El escolar afronta nuevos retos, como salir solo a lugares cercanos a su casa. Se integra con amigos generalmente del mismo sexo. Las salidas sociales a fiestas son usuales. El enamoramiento platónico también es frecuente a esta edad. Tanto al varón como a la niña les produce mucho miedo y vergüenza hablar acerca de sus sentimientos, por lo que callan la atracción que puedan sentir por un niño o niña.

A esta edad es muy competitivo y su mayor interés reposa en las salidas con sus amigos, las competencias deportivas, los juegos de video, ver cine, comer helados, etc. El juego se constituye casi en lo más vital, hasta el punto de que puede experimentar fracasos escolares si el colegio no enseña lúdicamente o si no lo motiva lo suficiente. El juego se convierte en un medio para resolver crisis y conflictos.

La pareja conyugal se sigue fortaleciendo y la vida de los padres y cónyuges se da muchas veces lejos del niño, quien está atendiendo sus muchos compromisos sociales y académicos.

La autoridad se empieza a vulnerar, en el sentido de que el escolar se vuelve crítico a las normas y siempre desea revisarlas. Por consiguiente, es importante que la familia analice de nuevo las normas que traía con el escolar. Es posible que la hora de entrada a la casa sea distinta, que ciertos roles puedan ser ejercidos. La flexibilidad, el respeto y el amor del sistema familiar son determinantes para anidar a este preadolescente o escolar.

Es el tiempo en el que los escolares, así mismo, comienzan a exigir de sus padres explicaciones sobre determinadas actitudes. El pensamiento del niño cambia de concreto y mágico a abstracto y lógico. Caen sobre los padres y maestros avalanchas de preguntas, de discusiones filosóficas, de conceptos. El niño entra a codificar nuevamente el mundo y la familia debe disponer del tiempo y del deseo para responder a sus necesidades.

Llega entonces la fase en la que culmina sus estudios de primaria e inicia la secundaria. Un periodo en el que hay mucha expectativa por parte de los padres en relación con el desempeño escolar. Es necesario, por lo tanto, que los padres sean firmes, justos y eviten rotular al niño ante ciertos cambios con frases como: “Eres flojo”, “te has vuelto desaplicado”; o compararlo así: “El año pasado eras un niño bien distinto”, “tu primo es mejor que tú”. La entrada a la secundaria implica para el escolar un cambio muchas veces tan sentido como el inicio de la primaria, por lo que los padres deben estar atentos para apoyarlo y consolarlo.

Es una etapa en la que los padres sienten que su hijo ha crecido y que la niñez se está acabando, lo que les despierta sentimientos de nostalgia, miedo y confusión. Por ello, es necesario que hablen con sus hijos abiertamente de los miedos que sienten en situaciones como cuando ellos tienen que salir solos o dejarlos en las fiestas. La comunicación activa y el que los padres se consuelen uno a otro es una buena forma de afrontar esta crisis.

Recomendaciones

• Revisen la comunicación, de tal modo que sea activa en todo momento.
• No ridiculicen ni comparen o exhiban a su hijo ante los cambios físicos que experimenta.
• Fortalezcan la solución de conflictos.
• Háblenle a su hijo acerca de los cambios sexuales que aparecerán en su cuerpo.
• Revisen las normas en consonancia con la edad y las características del hijo.
• Apoyen a su hijo ante la entrada a la secundaria.
• Mantengan una relación estrecha con el sistema escolar.
• Fomenten la recreación en familia.
• Respeten el deseo de su hijo de no participar de ciertas actividades o salidas juntos.
• Trátenlo como un joven, recordando que no es un niño ni un adulto.

Por: Carmen Escallón Góngora
Pediatra puericultora
Terapista familiar - Universidad de Cartagena


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