Es claro que la primera infancia es la edad en la cual se sientan las bases para el desarrollo y el crecimiento del futuro adulto. Sin embargo, en los últimos años, gracias a nuevos conocimientos sobre el desarrollo del cerebro, la importancia de los cuidados durante el embarazo y los efectos de la alimentación, se ha dado toda la importancia a los primeros 1.000 días de la vida de un niño, es decir, a los 270 días que dura el embarazo, los 365 días del primer año, más los 365 del segundo año. En otras palabras, los primeros 1.000 días de un ser humano son aquellos que van desde el comienzo de la gestación hasta que cumple 24 meses de vida. Veamos, a continuación, las razones que justifican la atención prioritaria durante esta etapa de la vida.
Desarrollo del cerebro
En relación con el desarrollo del cerebro, los conocimientos más importantes son los siguientes:
Con los anteriores conocimientos se ha podido concluir y demostrar que el mayor desarrollo para funciones tan importantes como la visión, la audición, el lenguaje y las funciones cognitivas superiores, se da desde el comienzo del embarazo hasta los dos años de edad, cuando estas posibilidades de conexiones empiezan a disminuir.
Para reforzar lo anterior, ya hay investigaciones que demuestran que durante el embarazo el cerebro del feto es capaz de sintonizarse con el entorno auditivo que lo rodea; es un tiempo en el que ocurre un amplio desarrollo del cerebro, teniendo la capacidad de discriminar sonidos. De hecho, se sabe que el feto puede descifrar el habla a partir del séptimo mes, lo que le da un respaldo científico a la importancia de hablarle al niño, de cantarle y estimularlo en la etapa prenatal.
Estos mismos hallazgos han comprobado que la mayor actividad de las neuronas del cerebro se presenta en la corteza auditiva, actividad que tiene su máximo pico a los tres meses de edad, y a los seis meses los niños están en capacidad de percibir todas las palabras habladas (fonemas), lo que también es una base científica que respalda la importancia de leerles en voz alta, cantarles, recitarles nanas y rimas desde los primeros meses de vida.
Nutrición de la gestante y del niño en los primeros dos años
Son hechos que se conocen como los de mayor trascendencia, ya que tienen un efecto positivo tanto en la madre gestante como en el niño en sus primeros años. Veamos algunos:
Los efectos de la lactancia materna en los primeros 1.000 días
Si en algún campo se han dado avances notorios sobre la etapa de los dos primeros años es en el conocimiento de las enormes ventajas de la leche materna. Ya no cabe la menor duda de que lo ideal es que esta sea el alimento único durante los primeros seis meses, a partir de los cuales se debe complementar con otros alimentos, con la firme intención de prolongar la lactancia hasta los dos años. Algunas de sus ventajas son, a saber:
El problema de la obesidad
Hasta años recientes los esfuerzos de madres y abuelas se orientaban a que el niño creciera, a que ganara buen peso, y todo por el temor a la desnutrición. En las últimas décadas, sin embargo, ha aparecido una nueva epidemia que amenaza a los niños de todas las condiciones sociales: el sobrepeso y la obesidad. Ya se sabe que si un niño gana peso de manera exagerada, especialmente en los primeros años, tiene altas probabilidades de ser obeso en la vida adulta, lo que significa un mayor riesgo de sufrir enfermedades cardiovasculares y diabetes, entre otras consecuencias.
Sobre la relación entre la obesidad y los primeros 1.000 días de vida se conoce lo siguiente:
El maltrato infantil en esta edad
Es claro que el maltrato infantil deja secuelas físicas y emocionales, pero investigaciones recientes muestran que el maltrato y el estrés grave durante la infancia pueden afectar el desarrollo temprano del cerebro. Los niños maltratados tienen mayor riesgo de obesidad, enfermedades cardiovasculares, abuso de drogas, depresión, suicidio y violencia. El maltrato y el estrés extremo pueden ocasionar cambios en la expresión genética, con las consecuencias anotadas.
Efectos en la vida adulta
Teniendo en cuenta las anteriores consideraciones, se conocen ya las consecuencias en la vida adulta de un crecimiento y desarrollo inadecuados en los primeros años, especialmente en los primeros 1.000 días. Algunas de estas son:
Es claro, entonces, que el pobre crecimiento fetal o la baja talla en los primeros dos años lleva a un daño irreversible, incluyendo baja estatura en la adultez, pobres logros escolares, ingresos reducidos y disminución del peso al nacer de la descendencia.
Intervenciones
Las respuestas sobre cuáles deberían ser las acciones para lograr un crecimiento y desarrollo óptimos en los primeros 1.000 días de vida de un niño están en todas las consideraciones ya anotadas. Sin embargo, es válido resaltar las más generales:
Conclusiones
Nunca volverán a pasar tantas cosas ni tan rápido como en los primeros 1.000 días de la vida de un niño, y algunos de estos acontecimientos marcarán para siempre y de manera irreversible la salud global del adulto que ese niño terminará siendo. Los efectos de las intervenciones en esta edad repercutirán positiva o negativamente, no solamente en el niño actual, sino en las generaciones siguientes. Invertir en esta edad es entonces hacerlo en el desarrollo económico y social de un país.
Por: Luis Carlos Ochoa Vásquez
Pediatra puericultor, Universidad de Antioquia
Profesor Titular, Universidad Pontificia Bolivariana
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