El niño inicialmente aprende a ver la naturaleza; de los seis a los doce años reconoce su dependencia de ella y como adolescente la defiende.
Los padres deben sensibilizar sus sentidos para dejarse impactar por la naturaleza y enseñar al hijo a reconocer sus tres principales reinos: los minerales, las plantas y los animales. Así se aprende con los hijos a ver la vida que encierra un jardín, a diferenciar el canto de las aves, a oler las flores y las hierbas silvestres, a divertirse con el agua, con la arena, a conocer el fuego, a utilizar el viento.
Los padres necesitan ser conscientes de la actitud ante la vida. No se puede perder la capacidad de asombro ante el milagro del nacimiento de un niño, de la nobleza del perro de la casa, del color de las flores, del vuelo de una mariposa: se ha dejado de lado la recreación que brinda la naturaleza (sin costo alguno) y el gozo de contemplar la vida para darle paso al entretenimiento vacío de muchos programas de la televisión, por ejemplo.
Los seres humanos no están solos en el planeta: el niño debe aprender que es un ser muy importante, pero que como él hay muchos seres vivos y no vivos, también muy importantes, y que juntos se comparte el único espacio posible para vivir: la Tierra, en la que es necesario vivir en armonía, y que es un tesoro que pertenece a las generaciones que todavía no han nacido, así que hay que cuidarla para entregarla a las generaciones venideras en mejores condiciones de las que se recibió.
El concepto “Medio ambiente” está presente en todas las actividades de la vida: la mayoría de las actividades humanas tienen efecto sobre el medio ambiente; por ejemplo, se puede decidir si se toma un jugo en envase plástico o en envase de vidrio, sabiendo que este último es reutilizado sin aumentar la carga de deshechos plásticos.
Recomendaciones para los padres de familia y cuidadores
Marco Ortega Barreto
Pediatra puericultor