El título de este texto fue muy atrevido hace unos años. Ahora es una verdad indiscutible, hasta el punto de que la comprensión de esta etapa de vida de los seres humanos es el faro del quehacer en la crianza y en las políticas públicas al respecto.
Desarrollo infantil
El desarrollo humano es el proceso de transformación de los seres humanos mediante el cual avanzan en sus capacidades de conformidad con sus necesidades, intereses y derechos, de tal modo que los niños alcanzan cada vez niveles más complejos de movimientos, pensamientos, sentimientos e interacción con los objetos, las personas que los rodean y la naturaleza. A lo largo de la historia se han postulado diferentes modos de ver este desarrollo y se han planteado distintas etapas de él.
En la actualidad, el desarrollo no se entiende como se hizo tradicionalmente. Para el programa De Cero a Siempre (Colombia), “el desarrollo se concibe como un proceso de reconstrucción y reorganización permanente. Se abandona la idea de desarrollo como sucesión estable de etapas. No se concibe como un proceso lineal, sino caracterizado por ser irregular, de avances y retrocesos; que no tiene ni un principio definitivo y claro, ni parece tener una etapa final, que nunca concluye, que siempre podría continuar”.
A partir de esta concepción y con los aportes de las neurociencias en los últimos 50 años, es posible aceptar como referente analítico de las etapas de desarrollo de los niños (quienes no han cumplido 18 años), las siguientes:
El desarrollo en la primera infancia
Como resultado de las experiencias con los cuidadores adultos en la primera infancia se dan las bases del desarrollo físico, mental, emocional, de las aptitudes y de las identidades cultural y personal, lo cual, dicho de otro modo, se refiere a la salud emocional, biológica y social, por lo que la primera infancia se considera un período crítico para el desarrollo de la inteligencia, la personalidad y las actitudes prosociales.
El desarrollo lleva a la socialización, que se suele entender como el conjunto de los aprendizajes conscientes e inconscientes que los individuos hacen a partir de las interacciones que tienen a lo largo de la vida. En la primera infancia se dan la socialización primaria y secundaria.
La socialización primaria ocurre en la familia desde el nacimiento, durante los primeros años. Con ella se logra sentido de pertenencia, preparación para el acatamiento de normas, construcción de valores y adaptación a las costumbres, así como capacidades básicas de relación.
Entre tanto, la socialización secundaria ocurre en la comunidad, generalmente al ingresar al hogar comunitario o institución educativa, especialmente en los años cuatro y cinco. Con esta socialización se adquieren habilidades para interactuar con valores distintos, reglas de interrelación abierta, así como posibilidades de comunicación, cooperación y decisiones en grupo.
El proceso de socialización es el momento de la construcción de la empatía consigo mismo, con los demás y con la naturaleza. Es, por lo tanto, la base de la ciudadanía, de la convivencia, de tal modo que se puede decir que de la clase de acompañamiento en esta etapa de la vida dependerán las características de los seres que participarán en la sociedad en la vida adulta: seres responsables (formados para atender las normas), respetuosos de la diversidad, con criterio y amor propio, o seres inseguros, ventajosos y violentos, sin preparación para acatar las normas.
Los primeros 1.000 días de vida
Dada la precisión que las investigaciones recientes han aportado al desarrollo en la primera infancia es necesario referirse a la parte de ella que se conoce como los primeros 1.000 días, que es el período que va de la concepción al segundo cumpleaños, lapso en el que la plasticidad cerebral y el desarrollo de conexiones neuronales se dan al máximo, con conquistas tan significativas como el desarrollo del lenguaje y la deambulación.
Estas investigaciones se refieren al desarrollo en general y, especialmente, al impacto que tiene en él la nutrición. De distintas fuentes se señalan algunos aspectos:
Si el cerebro de un niño se desnutre en sus primeros 1.000 días de vida por no recibir los nutrientes necesarios y adecuados, su futuro como ciudadano será, con seguridad, poco halagüeño, pues sus oportunidades se reducirán notablemente por la lamentable falta de habilidades básicas que no pudo desarrollar.
El desarrollo del cerebro en la primera infancia
Los avances más significativos en la comprensión del desarrollo humano los han aportado las neurociencias, con el perfeccionamiento de los conocimientos sobre cómo se desarrolla el cerebro, lo cual se podría resumir en que en la primera infancia se configura y se organiza el funcionamiento cerebral, es decir, se configura y se organiza la mente, pues es la época en la que se construye la arquitectura cerebral: formas de expresarse, de pensar, de sentir y de aprender. En el campo del aprendizaje se adquieren las competencias necesarias para otros aprendizajes en otras épocas de la vida.
Las experiencias emocionales del niño con sus cuidadores adultos en la primera infancia conducen a que este construya la capacidad de pensar el mundo que lo rodea y pensarse a sí mismo, es decir, construye su propio aparato psíquico, que se irá desarrollando hasta que logre ser alguien diferenciado como individuo integrado a la sociedad. Estas experiencias interhumanas ejercen una gran influencia en la estructuración y funcionalidad del cerebro, lo cual se traduce en la calidad de las habilidades sensoriales, emocionales, intelectuales, sociales, físicas y morales que tiene cada persona.
Como ya se dijo, el desarrollo del cerebro constituye la base del comportamiento, el aprendizaje, así como de la expresión y gestión de las emociones, desarrollo que ocurre fundamentalmente en la primera infancia. En este período la época de mejor oportunidad para un desarrollo cerebral sano y, por lo tanto, de mayor vulnerabilidad es desde la concepción hasta los dos años de edad.
Si las experiencias de acompañamiento de los niños son adecuadas y bientratadoras, el desarrollo cerebral será óptimo. Si, por el contrario, las experiencias de acompañamiento son inadecuadas y maltratadoras, el cerebro se organiza mal y su funcionalidad no es la óptima.
Es por lo anterior por lo que se afirma, con razón, que un ser humano que cumplió seis años tiene ya la estructura neurológica para toda la vida, es decir, tiene el hardware y el software casi definitivos, lo cual, dicho coloquialmente, es: “tiene la mochila que lo acompañará hasta su muerte”.
Como corolario de lo esbozado acerca del neurodesarrollo y del acompañamiento en la crianza es posible afirmar que el cerebro inmaduro de los niños es más sensible a las experiencias para formar adecuada o inadecuadamente sus distintos sistemas neuronales según el tipo de experiencia en el acompañamiento.
El conocimiento del desarrollo cerebral y las políticas públicas de primera infancia
Los hallazgos sobre el desarrollo cerebral en los primeros años y sobre el impacto de la intervención en la primera infancia han sido analizados también por economistas como el estadounidense James Heckman, Nobel de Economía, cuyas investigaciones muestran que los niños nacen con capacidades similares y que la calidad de la intervención en los primeros años los discrimina y crea brechas que se mantienen durante el resto de la vida.
El hogar y el medio en el que se nace son accidentales, pero se convierten a menudo en la principal fuente de inequidad. Además, es evidente que las desigualdades en la atención en la primera infancia tienen una gran incidencia en los procesos de reproducción de la pobreza, situaciones que es necesario corregir mediante el adecuado acompañamiento en la crianza y la formulación de políticas públicas orientadas a conseguir el mejor desarrollo en la primera infancia.
De lo expuesto en este apartado se desprende que la atención integral en la primera infancia se haya convertido en un imperativo político que garantiza el derecho a la educación, en un ahorro que evita gastos remediales y en una oportunidad para cambiar el curso del desarrollo, no solo de los niños y sus familias, sino también de los países.
En los últimos años, un gran número de estudios muestran que los programas para la primera infancia traen muchos beneficios, especialmente para los niños más pobres y vulnerables, pues compensan diversas carencias —nutricionales, de salud y estimulación, entre otras —que, de no ser superadas oportunamente, seguirán siendo causa de desigualdad social y de vulneración de sus derechos fundamentales.
En varios países de América Latina y el Caribe es notorio el impulso de programas de desarrollo de niños durante la primera infancia, como son los siguientes: Proyecto de Atención Integral al Niño y la Niña de 0 a 6 años, en Guatemala (1986); Educa a tu Hijo, en Cuba (1992); Arranque Parejo en la Vida, en México (2001); Primeros Años, en Argentina (2005); Chile Crece Contigo (2006), Creciendo con nuestros Hijos, en Ecuador (2007); De Cero a Siempre, en Colombia (2011); y Brasil Cariñoso (2012), entre otros.
Por: Álvaro Posada Díaz
Pediatra puericultor
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