Por: Melba Franky de Borrero
Pediatra puericultora
Magíster en Salud Pública – Universidad del Valle
El momento ideal para aprender a filosofar es cuando los niños comienzan a interrogarse acerca del mundo. Siendo el niño el centro del proceso educativo debemos despertar en él aspectos como la curiosidad, la innovación y la confianza en sí mismo. Que sea el propio niño quien se haga preguntas, encuentre respuestas y construya el conocimiento.
Tenemos que preguntarnos: cuándo, cómo, dónde, quién, por qué y para qué enseñarles a los niños a pensar. ¿Será que los padres y educadores tienen las herramientas adecuadas para enseñarles a pensar y ellos estarán listos para aprender a hacerlo?
Con la interconexión de la ciencia, el arte y la tecnología se promueve el pensamiento crítico y se impulsa el trabajo en equipo, la inteligencia, la comunicación y el liderazgo.
Para filosofar con los niños debemos llevar a cabo las siguientes acciones:
La educación implica ajustes a las nuevas necesidades, que el niño no se quede solo con la información que recibe en el jardín, la escuela o el hogar, sino que construya, además, su propio conocimiento en los distintos momentos de su desarrollo.
El psicólogo suizo Jean Piaget decía que, “a medida que un niño intenta comprender el mundo, su cerebro en desarrollo crea representaciones mentales para organizar el conocimiento”.
Observar cómo se interrelacionan
Los niños se interrelacionan con sus pares en la medida en que los van conociendo, actúan de acuerdo con sus habilidades, y crean expectativas a través de la motivación y su interés. Por otro lado, aprenden más cuando se les permite decir lo que piensan sin ser juzgados y comparten con respeto diferentes ideas.
Crearles expectativas
Cuando los niños conocen los objetivos del aprendizaje, van creando expectativas y esto les permite centrarse en la tarea. Intentan dominar el nuevo conocimiento buscando más información que les dé la posibilidad de intercambiar ideas, buscar variados modelos y compartir con sus compañeros. Se enriquecen unos a otros con las ideas, lo cual permite que conozcan lo que los otros piensan y sienten, sea igual, similar o diferente.
El dominio del tópico, cualquiera que sea, implica ir más allá de la mera información, dar explicaciones, mostrar evidencias, ejemplos, o establecer analogías.
Explorar diferentes entornos
Cuando exponemos a los niños a distintos entornos, como espacios al aire libre, caminatas, campings, visitas a museos y bibliotecas, o a obras de teatro o conciertos, esto les ayuda a estimular sus pensamientos. Con esta participación enriquecen su experiencia, ejercitan su iniciativa y no simplemente adquieren información. El aprendizaje implica la utilización de ese conocimiento para resolver problemas reales.
Proponer diversos modelos
El pensamiento creativo permite generar ideas alternativas, diversos modelos y múltiples soluciones originales.
Enriquecer la comunicación y el diálogo
Con la participación en los espacios antes mencionados, las expresiones, el vocabulario y la comunicación se enriquecen. Se comparten ideas, piensan en el significado de lo que ven o hacen y, lo más importante, desarrollan la capacidad narrativa. Van explicando, preguntando, dudando, ampliando la cultura y mejorando las conexiones entre el nuevo conocimiento, la experiencia y los conocimientos previos. El pensamiento crítico y el creativo son las herramientas necesarias para profundizar en conocimiento y aprendizaje.
Dialogando se genera reflexión, se conectan con lo que el otro dice y se pueden evaluar diferentes alternativas, para elaborar su propio pensamiento y valorarlo.
Crear múltiples oportunidades
Con todo lo anterior, se abren diversas oportunidades en la vida cotidiana y pueden vincularse a múltiples actividades del hogar, la escuela y la comunidad. A la vez, pueden trabajar con otros modelos y poner en práctica lo aprendido.
Organizar su tiempo y establecer rutinas
Hemos visto que, para lograr resultados, el niño ha tenido tiempo para pensar, utilizar la información disponible y efectuar numerosas operaciones mentales para la reflexión. Puede manifestar y aclarar dudas en el momento, ser capaz de procesar y reelaborar la información que recibe, no solo en el ámbito académico, sino también en la práctica. Esto le permite organizarse y establecer rutinas. El niño adquiere destrezas para organizar su tiempo, refuerza su autonomía y le da seguridad. Tiene, a su vez, la capacidad de comparar y articular semejanzas y diferencias, agrupar objetos por categorías con base en sus atributos, e inferir consecuencias que se desprenden al aclarar dudas.
Conclusiones
“Pensar es la esencia de la educación”
Una forma de aplicar lo expuesto sería, por ejemplo, si usted como padre, madre o maestro planea con el niño una visita al zoológico, o llevarlo a un concierto, a una salida al campo, a una obra de teatro, o a una exposición artística; es importante que el niño sepa, de antemano, a dónde van a ir y tenga información de la actividad que van a realizar. Los adultos deben estar dispuestos a responder todas sus inquietudes, hacerle al niño preguntas, y escuchar con atención sus interrogantes y respuestas. Al terminar, es fundamental que expresen sus comentarios acerca de la actividad, se aclaren las dudas y se propongan sugerencias.